Por Alida Díaz
Recojo aquí algunas ideas que fueron surgiendo a medida que Villaverde Experimenta avanzaba, alimentadas por los momentos de reflexión que nos hemos ido dando en el equipo.

En cada uno de los proyectos seleccionados para Villaverde Experimenta había en potencia algo a efectuar al pasar a la acción: buenas ideas, objetivos concretos, nuevos sentidos y propuestas para el distrito. Se trabajó con una duración –tres semanas– y un espacio –la N@ve Boetticher–, espacio vacío que habríamos de hacer habitable entre todxs y para todxs.
Una duración, un lugar, ideas y los apoyos humanos y materiales necesarios, con esos elementos contaban los equipos para comenzar el proceso de poner en acto el pensamiento previo. Pero hacer es un modo de pensar y es en esa experiencia de hacer donde las ideas de inicio, las reflexiones y decisiones que en este caso orientaban las hipótesis de partida dieron paso al proceso de prototipar.

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En efecto, materializar en prototipos los proyectos llevará a éstos más allá de las ideas que los alumbraron. Y es precisamente la existencia de este «exceso», el más allá, lo que da sentido a este encuentro, esta duración, este espacio y estas relaciones. «Más allá» porque el pensamiento no puede contener en sí toda la praxis: produciendo, fabricando, escribiendo, haciendo mapas, gráficos, lluvias de ideas, maquetas, paseos, discusiones, abandonamos el punto de partida y comenzamos a desplegar problemas. Lo mejor que le puede pasar a un proyecto es que le surjan uno o varios problemas. Por ello, tener una disposición atenta durante todo el proceso es una de las condiciones de la necesaria problematización de las ideas en su concreción.
A su vez, si los prototipos son pensamiento en acción, quienes los usan y los observan piensan más allá de quienes los diseñaron y construyeron: ahí aparecen, por ello, los otros. Es en esa dimensión donde los prototipos se dejan pensar, usar, criticar, probar, jugar y habitar por otros y otras; y es esa dimensión la que da estatuto de prototipo al prototipo. Algo que no estaba en el planteo inicial y que está en el prototipo acaba por darle sentido al proyecto.

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Pero para estar en disposición de hacer de la efectuación de un proyecto un proceso de problematización, lxs involucradxs en su realización tienen que estar dispuestos a renunciar a las ideas previas, permitirse incluso verlas fracasar, dispuestxs a que se abran fisuras por las que afloren contradicciones y sinsentidos. Se trata de no aferrarse a las imágenes, no precipitar conclusiones, no temer empezar de nuevo –el sitio desde el que se parte nunca es el mismo-, no rehuir las paradojas, hacerse flexible, permitir bifurcaciones.
Es exactamente en ese punto donde creo que mediadorxs, mentorxs y asistentes técnicos podemos acompañar los proyectos. Si, por ejemplo, un proyecto no ha pensado realmente el contexto, ha desestimado esa dimensión y la ha incluido sólo como localización, como fondo donde ubicar el objeto, teoría u acción, lo que aportará a ese lugar será probablemente superfluo. Para acogerlo, el contexto pide del proyecto una disposición a abrirse a la experiencia del lugar, le pide una subjetividad disponible para experimentar lo que desconoce, sus vínculos preexistentes, sus tensiones. Esta experiencia directa también forma parte de la acción de prototipado, y es en sí misma prototipo de un pensamiento/acción situado. El prototipo será aquí pues la construcción de una situación que dé lugar y sentido, en la ciudad, en el barrio, a unas prácticas y a unas relaciones concretas.

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Las comunidades de práctica, de las que en Villaverde Experimenta hubo varias y muy bonitas, son un ejemplo de ello. La práctica es el suelo que sostiene algo que construiremos entre todos, que se articula con los puntos y tiempos de encuentro, con las relaciones enriquecedoras, con aprendizajes, necesidades, intereses comunes, con las edades, las formas de amistad, los saberes, con la vida cotidiana y sus dificultades. Algo de todo esto fue expresado en el acto final de presentación de los proyectos, cuando un participante dijo que no hubiese imaginado nunca poder alcanzar tal nivel de resolución técnica. O cuando otro habló de la capacidad de hacer por uno mismo y del orgullo de sentir esa potencia. O cuando otro grupo contó cómo, venciendo la soledad del estigma, habían podido hacer realidad un sueño que parecía inalcanzable. Algo común en todas esas experiencia es que quienes nos involucramos fuimos mucho más lejos de donde nos habíamos propuesto o imaginado ir.
Y es ahí, en lo no previsto, donde sucede lo más importante. Y esto quizá valga para todos los que construimos esta intensa y emocionante experiencia.

Fuente: http://medialab-prado.es/article/experimentar-villaverde