Marta Malo, mentora en Moratalaz Experimenta.
Son ya veinte años desde aquello. Los primeros ‘hack-labs’: lugares donde personas con saberes diversos se juntaban a ‘cacharrear’, aprender unas de otras, poner lo que cada cual traía a disposición de las otras. Mi primera sensación al entrar en contacto con aquello fue de maravilla: acostumbrada a un mundo donde por todo se paga, verme rodeada de personas con los saberes más sofisticados y valorados que se ponían a cooperar con otras por el puro gusto de hacerlo tenía algo de milagro.
Algunas de esas personas habían estudiado una ingeniería, pero otras habían aprendido todo lo que sabían por su cuenta: segundo milagro, para mi estrecha visión de veinteañera que aún creía que los conocimientos serios se adquieren en centros educativos.
Yo no traía nada en particular, salvo un entusiasmo juvenil desbordante: venía de un hogar tecnófobo donde seguíamos utilizando agujas de coser de antena de televisión, los textos se picaban en máquina de escribir y para hacer funcionar cualquier aparato pedíamos ayuda a una tía que vivía cinco calles más abajo. Pero en una versión beta de aquellos ‘hacklabs’, el Área Telemática del CSOA El Laboratorio, gracias a esa generosidad tecnófila, pude destripar ordenadores, descubrir internet, instalar mi primer Linux* y, sobre todo, sin necesidad de volverme una experta, desarrollar una intimidad crítica con los ordenadores y la informática que resultaría clave para mi vía posterior.
Pero no, los ‘hacklabs’ no eran ONGs de alfabetización digital. Quienes los frecuentaban no lo hacían por amor al prójimo. Allí se iba a encontrarse con otros, no consumiendo, sino creando. Se iba a ‘destrabajizarse’ un poco, saliéndose de los caminos trillados y explorando maneras de hacer no mediadas por un salario ni una jerarquía. Se iba a aprender y a enseñar, o, habría que decir, a aprender enseñando y a enseñar aprendiendo. Se iba a compartir: el gusto por el ‘cacharreo’, las novelas de ciencia ficción, los últimos descubrimientos. Y en todo ese ir y venir, los intercambios no se regían por una racionalidad contable (tanto doy, tanto recibo), sino por una lógica del don: una circulación generosa y virtuosa de saberes y haceres.
El pasado 20 de abril, mientras esperaba a que empezasen las presentaciones de los proyectos de Moratalaz Experimenta, tuve miedo que los proyectos no encontrasen colaboradores: ¿personas con saberes técnicos tan específicos como los que hacían falta querrían pasar dos fines de semana completos en una biblioteca del sur de Madrid? ¿Estarían dispuestas a invertir tanto tiempo y esfuerzo en ayudar a nacer proyectos hechos de inventiva y arraigo barrial, pero sin el ‘tecno-glamour’ de las cosas del centro de la ciudad? Ya veis, tribulaciones miedosas. Pero, en definitiva, los miedos siempre están hechos de fantasmas. Fantasmas que llenan los huecos de la incertidumbre cuando algo está por empezar.
El caso es que, a medida que se fueron sucediendo las presentaciones, su belleza me fue arrebatando. La belleza de quien sostiene, con sus manos, su inteligencia y sus fuerzas, lo imprescindible. Y pensé que esa belleza era al ‘tecno-glamour’ lo mismo que un buen guiso es a las gominolas: alimento nutritivo y sabroso, cocido a fuego lento, frente a colorido y artificioso chute de glucosa. Y pensé también que podría ser. Que podría ser que una magia parecida a la que circulaba en aquellos ‘hacklabs’ de los 1990 se posara en los bajos municipales de Moratalaz: que, durante los días de los talleres de producción, acudiesen un buen puñado de personas a encontrarse, hacer con otros, enseñar y aprender. A compartir la buena suerte de saber lo que saben. Y que entre promotores, colaboradores y visitantes se instaurara una lógica del don. Que las ideas se agrandasen con la aportación de todos y cada uno. Que dejasen de ser “mi idea” para ser tierras comunes: un poco de todos, pero sobre todo, por todos.
Quisiera, como mentora, contribuir a algo así. Inshallah**.
* Linux es un sistema operativo: un conjunto de programas que le permiten interactuar con su ordenador y ejecutar otros programas. Fuente: https://www.debian.org
** Inshallah= ojalá en árabe. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Insha%27Allah
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