Este artículo forma parte de una serie de textos pedidos a mentoras y mentores sobre la experiencia de Experimenta Distrito. Pascual Pérez Gallego ha sido mentor en el laboratorio de Puente de Vallecas Experimenta.


Solo escapando de los relatos de progreso y de modernización podremos contemplar y aceptar lo experimental como algo cotidiano, algo que acontece de forma mundana, algo que está implícito en muchas prácticas culturales que ocurren fuera de laboratorios y medialabs. Pero aquí nos enfrentamos a un problema clásico de las políticas culturales, ¿cómo valorar, medir, tasar estas prácticas diferentes? ¿Cómo establecer la importancia de prácticas en movimiento y que no aspiran a la universalidad?

ROWAN (2016). Cultura Libre de Estado, pp. 91, Traficantes de Sueños, Madrid.

Era la última sesión de trabajo del equipo de mediadoras y mentoras. Intentábamos realizar una evaluación de lo que había sido #PuenteVallecasExperimenta. Capturar en pocas palabras qué cosas habían ido bien y cuáles no tanto. Fue inevitable acabar en la eterno dilema: “¿qué importa más el proceso o el resultado final?” Aún asumiendo la importancia del proceso en un contexto como éste, centrado en la generación de nuevos vínculos entre vecinas y vecinos, la construcción y el fortalecimiento de comunidades locales y el desarrollo de una cultura ciudadana y de proximidad, se visibilizaban dudas más abiertas: ¿a qué nos referimos cuando hablamos de “el proceso”? ¿qué significa que “esto haya sido un éxito por el proceso”? Acabamos en el otro extremo, y discutiendo sobre la idea de fracaso, pareciera que conseguíamos llegar a algo: “El fracaso es que las personas que participan de un contexto como éste, se vayan igual que como llegaron.”
La duda que cabría plantearse después es cómo construir un contexto en el que esto ocurra, en el que personas venidas desde diferentes lugares y que en muchos casos no se conocen entre ellas, sean capaces de construir un vínculo tal -con el espacio, el contexto y las personas-, que les haga poner en cuestión su realidad, tal y como la conocían hasta ahora.
Trataré de describir los que para mí han sido los aspectos fundamentales que han posibilitado que esto ocurra durante esta 5ª Edición de Experimenta Distrito. Quisiera, también, exponer los que creo son los principales retos aún por superar. Y como lo primero nos va a dejar mejor sabor de boca que lo segundo, arrancaré con los retos.
La diversidad temporal
Cuando hablamos de construir una cultura de lo común, suele aparecer la diversidad como uno de los principales valores a conseguir. Una diversidad de personas, grupos y proyectos que permitan construir un contexto complejo y rico en el que pueda emerger la inteligencia colectiva. Sin embargo, los formatos de participación que aplicamos a estos contextos no suelen contar con la misma diversidad de tiempos, herramientas o lenguajes, siendo espacios y momentos de trabajo preestablecidos e iguales para todas las personas, grupos y proyectos. No todas las personas disponen o necesitan de los mismos tiempos para entrar a formar parte de un contexto como este. Contar con un formato único y rígido en cuanto a la forma de desarrollar los proyectos imposibilita que algunos de estos puedan llegar a buen término. Pensar en nuevos contextos y formatos, más flexibles y adaptables a las particularidades de cada proyecto es una cuestión aún por explorar.
Lo discursivo y lo afectivo
La generación de un cambio pasa por la activación de comunidades y espacios de pequeña escala. Es ahí, en lo micro, donde podemos ser capaces de trabajar la generación de nuevos vínculos y desde donde dotarnos de nuevas herramientas y conocimientos. No obstante, a veces olvidamos la importancia de lo afectivo cuando trabajamos en una escala de proximidad, y premiamos y potenciamos el potencial discursivo sobre el afectivo para la generación de estos cambios. Se debería realizar un cambio de enfoque desde la implementación de políticas públicas y emanciparse de determinados discursos y términos que asumen que la experimentación y el trabajo colaborativo se producen de forma artificial en los barrios. Construir una nueva mirada hacia los barrios que premie la escucha activa por encima de la construcción discursiva.
Itinerarios de la participación
Uno de los principales retos viene al imaginar la continuidad de los grupos y proyectos que se desarrollan en Experimenta Distrito. Que “el proceso es más importante que el destino”, es algo que nos decimos a nosotros mismos, sin embargo, se trata de una idea bastante difícil de transmitir y de hacer entender a quien participa de ello. Pareciera que siempre andamos en ese dichoso proceso “¿y cuándo va a tocar lo de llegar a algo?” Las vías hacia un cambio pueden venir de una reflexión capaz de transformarse en acción o de una acción que pueda provocar una reflexión. Poco importa el orden, siempre y cuando ambas cuestiones -acción y reflexión- lleguen a darse en algún momento. Si no somos capaces de atender a las particularidades previas y de saber proveer de los recursos necesarios para que una reflexión llegue a provocar una acción, de poco servirán nuestros aforismos sobre la importancia del proceso. Más aún cuando la finalización del programa es tan abrupta, como es el caso de Experimenta Distrito. Por esto, veo también importante el diseñar y comunicar de forma clara qué ocurre entre que el programa de Experimenta Distrito finaliza y los proyectos definitivamente se emancipan y siguen su camino.
Solemos entender la participación como algo homogéneo. Una sola participación. De esta forma las plataformas o iniciativas que salen con la etiqueta de «participación» se entienden como iguales, la misma cosa, «otra más». Sin embargo, la participación es sólo una hipótesis de partida que problematiza el acceso y la producción de unos determinados recursos, y que puede implementarse desde muchas lógicas distintas -gestión, ejecución, experimentación, reactivación artística, etc.-.
Deberíamos ser capaces de situar los programas en torno a la participación de forma clara en un marco de acción lógico. Hacer entender a las personas que participan los objetivos del contexto en el que se encuentran y vislumbrar los posibles horizontes. Para eso vuelve a cobrar relevancia la escucha. Entender exactamente qué se le está demandando al contexto de Experimenta Distrito, para saber situar y responder a cada uno de ellos sobre qué se puede ofrecer y evitar frustraciones que lo desgasten todo. A partir de ahí, sería interesante pensar en itinerarios de la participación, intentando conectar iniciativas ciudadanas que provengan de otros programas públicos de participación con Experimenta Distrito, para después reconducirlos de nuevo a otros de distinto enfoque a la finalización del programa. Clarificar, así, para las personas que participan, cuál es el horizonte dibujado, hacia qué cosas se puede aspirar o cuáles se pretenden alcanzar.
Y ahora sí, paso a enumerar los que para mí han sido los aspectos fundamentales que han hecho posible esta edición de Experimenta Distrito en Puente de Vallecas, de la que he tenido la suerte de ser parte.
Infraestructura
Si algo ofrece MediaLab-Prado es infraestructura: un conjunto de prácticas y formas de hacer, personal técnico, recursos materiales, espacios, canales de comunicación con otras instituciones públicas, etc. Es el papel que imagino para las instituciones públicas. Un agente facilitador que posibilite a las vecinas y vecinos de un barrio desbordar desde lo público para la construcción de lo común.
Hipótesis
Algo interesante de un programa como Experimenta Distrito, y a diferencia de otros programas públicos de participación, es que, a mi entender, se sigue asumiendo la participación como hipótesis a explorar y con la que experimentar, en lugar de como herramienta a implementar, o peor aún, como fin en sí mismo. Esto permite minimizar prejuicios sobre “lo que debería ocurrir”, genera un espacio mucho más resiliente y flexible ante posibles cambios y, lo que considero más importante, sitúa la participación como una acción performativa, que vamos construyendo entre todas las personas que formamos parte del contexto, generando así un sentimiento de pertenencia de las mismas mucho mayor, al no sentirse tan presionadas por lo que les dicen desde arriba “deberían estar haciendo”.
Generosidad y cuidado
La generosidad y el cariño con el que el equipo de #PuenteVallecasExperimenta ha tratado el proyecto han sido sin duda los principales valores que lo han hecho posible, especialmente por parte del equipo de mediadoras. Un cariño abrumadoramente natural hacia el proyecto, el espacio y las personas que ha permitido salvar imprevistos, cuidar frustraciones, superar situaciones incómodas, generar espacios seguros para todo el mundo y construir equipo. No era tarea fácil, y yo confieso haber tenido miedo en un inicio. El equipo de mediación llevaba meses trabajando en Puente de Vallecas -tejiendo redes, atendiendo a los proyectos y cuidando a las personas-, y ahí llegábamos el equipo de mentoría, apenas unos días antes de que se iniciaran los talleres de prototipado y para trabajar durante las siguientes dos semanas. Pensé que sería difícil, que ya tendrían “piña” y que habrían generado un sentimiento hacia el proyecto que podría dificultar el que personas recién llegadas pudieran integrarse. Nada más lejos de la realidad. Por ello, gracias Laura, Cecilia, Cristina, Helena y Marianna. Gracias a Isabel y Sara por pensar en mi para formar parte de esto. A Isa, José Ramón, Mónica y Marta por hacer fácil la labor de mentoría y a Leticia Vargas, Jorge y Leticia Asaltamentes por completar un equipo de ensueño.