Pero, ahora que ha terminado Fuencarral Experimenta, ¿qué nos queda?

Esta entrada sale desde las entrañas, desde las emociones y desde la reflexión de este auriga. Esta reflexión es, por lo tanto, el reflejo de y la respuestas a esas sensibilidades que nos constituyen: mente, corazón  y estómago. Esperamos que esta biga llegue con las reflexiones que porta a nuestro particular templo de Júpiter.

He perdido el número de veces que he comenzado esta bitácora, seguramente tantas como la he dejado en la nevera, pero si la estás leyendo es que la voluntad de registrar para poder compartir ha superado a los límites, los miedos y las incertidumbres. Esta comenzó a cuajarse a mediados de mayo en el fragor de una reflexión en torno a lo que cogemos y lo que dejamos cuando intervenimos, culturalmente y no solo, en el espacio público.
Alguna semana después, mientras compartía sonrisas, guiños, ideas y comida junto a otr@s compañer@s de saberes y de Experimenta Distrito, apareció en una de estas conversaciones un concepto que, al igual que la noción de síntoma, puede sernos útil para revelarnos otros puntos clave que pudieran pasarse por alto a la hora de producir reflexión: lo que queda. Un concepto que sitúa la pregunta y la respuesta más allá de la acción manifiesta de los sujetos (dejar y coger) para abrir espacio a algo que no es solo el resultado, sino que es la suma de todo lo sucedido: el proceso, lo queda de aquello que construimos cuando nos encontramos en la res, en el espacio, en el común, en la disolución del tú y el yo en el nosotr@s.

Por eso, coge lo que necesites y deja lo que puedas.

 

El hito: La isla sin mar en el CSA Playa Gata

Hoy fui participante observador de cómo algo está cambiando en el barrio. Como una/o vecina/o más de nuestras calles estoy viviendo algo hasta la hora inédito: ver un documental homenajeando los orígenes de un barrio de Fuencarral en un espacio, Playa Gata, hasta ahora inédito en nuestro territorio. Hoy se respiraba barrio por los cuatro costados.

Este evento, del cual escribí el anterior párrafo a modo de nota en el cuaderno de campo, ha sido uno de los puntos capitales en Fuencarral Experimenta como proceso. Puede que no haya sido la actividad más espectacular, pero esta actividad paralela ha sido la columna vertebral de todo lo que ha supuesto Experimenta Distrito en Fuencarral.
En su interior hemos detectado una triple cualidad que nos puede ayudar a reflexionar sobre ese coger-dejar. En un primer momento, se presenta como fin: un producto audiovisual concreto que habla sobre el Poblado Dirigido y que tuvo mucho tirón cuando se presentó en el Colegio República del Paraguay; había que ver el documental y conocer al autor de este hito, Jesús Polo. En un segundo momento, se transformó en medio, una posible actividad paralela a engarzar en nuestro calendario de la FE. Pero ya en el día de su proyección, y desde entonces, se apareció como resultado: el clímax que se creó y nos rodeó una vez se presionó el play fue tal que pienso que puede romper cualquier hitograma o línea de tiempo; al menos conmigo lo consiguió. Un mood, un estado de ánimo, que rompió nuestras expectativas y nos puso en el camino de uno de los posibles ejes para interpretar y enfocar intervenciones en Fuencarral -en lo concreto- y en Experimenta Distrito -en lo general-: la memoria.
Mil Gracias a Borbolla y a Jesús: habéis hecho que no solo Fuencarral experimente, sino que habéis hecho que mucha gente que no conocía Fuencarral experimente lo que hay detrás de esas 10 letras. Por eso y antes de que se me olvide: otras mil gracias a cada vecino y vecina de este pueblo-barrio en transición que ha hecho que este proyecto sea posible. La mayoría de nosotr@s seguiremos haciendo barrio. Es lo que nos queda, es lo que nos dejaron: memoria.

Por eso, no te preguntes qué puede hacer por ti el barrio, sino qué puedes hacer tú con el barrio. Porque todo lo que hagas para el barrio, el barrio podrá hacerlo sin ti.

 

Bonus Track: Reflexiones sobre la mediación desde una óptica autoexperimental.[1]

Alcahuetas del cambio social, braceros de la acción social, entibadoras del pensamiento crítico, carboneras del tren de la cultura, fareras del cuidado, nómadas de la participación… Mediar es intervenir pero me pregunto, ¿de qué manera seguir haciéndolo desde los tiempos y las formas de la gente?

 La figura de mediador cultural puede parecer aséptica, acrítica e incluso apolítica, pero huelga decir que, como toda actividad humana, el ejercicio de su rol está conectado al hecho político. Precisamente por su adjetivo: cultural. Y si atendemos a la definición etimológica del verbo que nos da forma se nos dirá que mediar es llegar a la mitad. De aquí sacamos dos reflexiones para nuestra práctica:
– Por un lado: llegar solo a la mitad. Es decir que solo lleguemos o bien a la gente que seamos capaces dentro de nuestros límites o que solo lleguemos a aquellos y aquellas que son como nosotr@s.
– Por el otro lado, aparece la reflexión provocadora que sitúa a la persona(s) que media en el centro de la acción como protagonista principal de una obra coral –autorreferencialidad y recurrencia-.
Tanto la una como la otra son opciones frontalmente opuestas a nuestro interés de fondo: hacer lo más extensible posible estas prácticas y estas formas de hacer –laboratorios ciudadanos en clave de barrio– como la excusa y el canal para dotar/traducir/facilitar ciertos medios a la gente de los barrios para que construyan (más) barrio. Pero insisto, ¿cómo?
Es evidente que las preguntas son netamente retóricas y que lo que buscan es un constante cuestionamiento de nuestra práctica y de nuestros privilegios –o status maker-. Son años estudiando la participación y participando de la reflexión-acción y cada día estoy más convencido de la necesidad de respetar esa especie de código deontológico adquirido en el ejercicio de hacer ciencias sociales. Hemos de partir de una relación de reciprocidad visibilizando esa potencial asimetría que pueden reproducir las formas educador-educando, institución-usuario, y en la que podríamos caer si no estamos atent@s a los pasos que damos. Sobre todo cuando caminamos proceso.
No podemos negar que un elemento fundamental a la hora de leer en clave de análisis a Experimenta Distrito es aquel que hace referencia al sociograma: el sistema de relaciones que crean los diferentes actores/actantes presentes en un proceso en función del papel que desempeñan, tanto potencialmente como de facto. Eco-Sistema que hemos ido construyendo en estos meses.
En consecuencia, debemos de hacernos conscientes de que nuestra actividad como mediadores no solo pasa por hacer llegar medios, herramientas o espacios a la población con la que trabajamos, sino que debemos de estar en un constante proceso reflexivo en el que pongamos a prueba cómo se están produciendo las cosas, cómo se están relacionando y participando las personas promotoras, colaboradoras, mediadoras, mentoras, coordinadoras, asociadas, vecin@s a título anónimo… Es decir: qué memoria y qué relato estamos construyendo individual y colectivamente de esta experiencia y de nuestra participación y de si se corresponde con la realidad vivida y sentida.
De esta manera podemos hacer lecturas en itinere, dinámicas, transversales, diagonales, colectivas, in vivo, que podrán ayudarnos/ayudaros a detectar cuáles son los puntos fuertes y débiles del proceso para saber qué catapultar y qué recuperar en el y para el siguiente; más aún cuando son experiencias de corta duración y/o marcadas por la alta intensidad productiva.
Pero, sobre todo, desde la centralidad de lo colectivo. Nuestra tarea para con nosotr@s mism@s es la de buscar los mecanismos (internos) y las palancas (externas) que nos permitan transformar ese potencial status-privilegio maker (hacer que las cosas pasen) en un rol-responsabilidad maker (hacer que pasen cosas) tanto para con las personas participantes como para con el proceso: cuidar, acompañar, escuchar, liderar, desaparecer, participar, apreciar, conciliar, observar, desdogmatizar, abrir, propiciar.

Por eso, ¡Pasen, Vean, Participen y Creen!

Jorge Marrón Abascal

 
[1] Recomendamos a la persona lectora que este apartado lo lea en clave musical y onírica, como una imagen difusa que comienza a aparecer ante nosotr@s una vez reposamos la cabeza plácidamente y nos dejamos seducir por un sueño que, poco a poco, nos lleva a un lugar, a veces real, a veces irreal, en el que todo es posible. Como si se tratase del preludio a la siesta de un fauno.