I) Lo quimérico: introducción a una ecología de las prácticas colectivas
“Desindividualizar, «despsicologizar», salir de las disyunciones exclusivas («o, o…»), aprender a ralentizar y a protegerse (artificios), resistir a la urgencia y a lo que ésta implica como forma de estar juntos… tantos pequeños pedazos de saberes recogidos por aquí y por allá. Cada una de nosotras, con su experiencia, ha sentido los efectos de estas lógicas, de estos agenciamientos, cuando se nos imponen. A veces sufriéndolos, a veces jugando con ellos. Hay ahí una intuición que se queda en el camino, que pide expresarse, desplegarse, forzar el azar contra la repetición del déjà vu, de lo ya conocido. Insistencia cien veces enunciada, mil veces encontrada: no somos grupo, devenimos grupo. Y la posibilidad de ese devenir hay que construirla.” [1]
Pasan los años, crecemos, probamos, arriesgamos, nos enamoramos, nos desencantamos, hincamos la rodilla, nos alzamos, nos cuidamos, nos olvidamos, nos reencontramos… pero si miramos retrospectivamente, ¿qué podemos decir que hayamos aprehendido de ese ser, ese estar y ese transitar personas, experiencias y espacios que hemos ido conociendo, viviendo y construyendo a lo largo de nuestras carreras vitales? Intervenir, mediar, implementar, experimentar, convivir, interaccionar, crear… son verbos que se anclan y emergen en lo y de lo social, pero ¿qué es y cómo funciona eso de la construcción colectiva del conocimiento? Pero sobre todo: ¿qué implica y cuánto nos implica?
Sin duda alguna podemos decir que entre lo formal y lo ocioso, entre lo profesional y lo militante, entre la weberiana dialéctica del quien vive de y del quien vive por, hay una horquilla en la que podemos situar los desafíos, las estrategias y los aprendizajes que nos hemos encontrado y que nos encontraremos cada vez que nos sentamos a pensar o comenzamos a caminar con unas cabezas y unas piernas que no son solo las nuestras.
Entramos y salimos de diferentes colectivos para hacer y producir, ¿pero qué es lo que dejamos?, ¿qué es lo que sentimos? Es interesante -y necesario- pararse, coger perspectiva, reflexionar y plantearnos qué estamos haciendo y por qué lo estamos haciendo de esa manera. Un posible hilo para no perdernos en el laberinto del análisis táctico[2] –dónde estamos y cómo podemos llegar– puede ser escuchar, capturar y trabajar las frases más recurrentes y profundizar, siempre conjeturando y nunca sentenciando, en por qué son esas frases las que pueden llegar a sintetizar un estado de ánimo individual y colectivo.
En los espacios de encuentro en plenario una de las lecturas compartidas del proceso ha sido que en ciertos momentos puntuales entramos en fase reactiva que empuja a nuestras acciones y modos de trabajo a centrarse en atajar lo que nos impone lo urgente –cumplir los mínimos y máximos del proceso hacia afuera-. Eso hace que lo importante –experimentar y devenir– quede relegado a un momento en que pueda volver a marcar el ritmo y el tempo. O se transforme en una sobrecarga: más trabajo o esfuerzo para que no se pierda lo importante en lo urgente.
¿Pero cómo adelantarnos a lo que parece que tiene un carácter recurrente y circular? Muchas veces solemos plantearnos lo problemático en una relación de causa-efecto, pero ¿hasta qué punto esa relación lineal puede llegar a ser un propio engaño, un trampantojo de nuestra percepción? Me parece interesante dar espacio a la noción de síntoma como una estrategia desbordante, como Max Neef se plantea el desarrollo a escala humana en torno a las Necesidades y los Satisfactores, para ir más allá de los primeros análisis en los que solemos unir de forma un tanto mecanicista lo que pasa con lo que lo provoca.
Partimos de una situación de experimentación total. Como nuestra compañera Isabel de Villaverde Experimenta nos dijo: todo es un experimento. Entonces, ¿de qué manera podemos convertirnos en un dispositivo de acción-reflexión que produzca, ejecute, transmita y reflexione de una forma efectiva y sana? Quizás una posible vía sea abrir todos nuestros canales para captar lo máximo posible para devolver al colectivo lo aprehendido en nuestro discurrir para construir entre todos, a partir de las fotografías captadas por cada una de nosotras, la Realidad (de realidades) que estamos sedimentando días tras día… ¡Un cadáver exquisito!
II) La Quimera grupal: ¿los roles se encarnan o se manifiestan?
¡Ojos de Cuervo, corazón de Gracia, garras de Dragón, piel de Serpiente, patas de Araña!
Esta entrada no pretende ofrecer una sesuda y extensa reflexión propositiva, no. Esta segunda parte es un conjuro, una invitación, un empujón para lanzarnos a un texto que nos provoque, nos agite, nos sacuda y empuje desde dentro hacia fuera todo lo que sentimos a la hora de hacer, decir, pensar y sentir desde el lugar, la posición, el rol y el status desde el que lo hacemos/nos encontramos.
Nuestro interés es plantear una reflexión sobre la manera en la que estamos trabajando para comprender cómo se han tomado las decisiones y cómo se ha construido el trayecto que estamos discurriendo y comprender el coste de elección que tiene hacer las cosas de una forma y no de otra. Pero, sobre todo, sin entrar en juicios de si una cosa es mejor que otra pues la propia complejidad de los procesos sociales nos demuestra que entrar en las valoraciones dialécticas y/o antagónicas solo lleva a desencuentros que no profundizan en comprender y situar las condiciones que definieron una acción como necesaria o superflua.
¡Ojos de Cuervo, corazón de Gracia, garras de Dragón, piel de Serpiente, patas de Araña!
Jesús Ibáñez nos evidenció, desde la reflexión epistemológica, las simetrías y asimetrías tácticas y estratégicas existentes una vez que comenzamos a participar colectivamente (no todo lo dicho vale lo mismo porque no todo el mundo habla desde la misma posición). Además nos marca las posibles respuestas adaptativas a los dictados y/o preguntas del poder: conversas (re-afirmando en su respuesta), perversas (re-negando en su contestación), subversas (cuestionando a las respuestas -sí pero no-) y reversivas (preguntando a la pregunta: ni sí ni no).
Por eso, esta segunda parte es una invitación a leer nuestras prácticas in situ como un documento en que poner a prueba este repertorio de preguntas para comprobar su capacidad como palanca para desbordar-nos, tanto al marco de trabajo que nos impone lo urgente como a nosotr@s mism@s cuando estamos inmersas en la acción. Seamos ese devenir.
¡Ojos de Cuervo, corazón de Gracia, garras de Dragón, piel de Serpiente, patas de Araña!
Jorge Marrón Abascal
[1] y [3] Micropolíticas de los grupos para una ecología de las prácticas colectivas. Varios Autores. Editorial Traficantes de Sueños. Madrid. 2010.
La primera referencia hace mención a la página 19 de este volumen mientras que la segunda se refiere al segundo anexo presente en el libro y que comienza en la página 230*.
[2] El socioanálisis descubre los conflictos enmascarados por la ideología dominante. Artículo de Bel Carrasco para El País y publicado el 16 de mayo de 1978. Consultado el 05/05/2017.
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