Durante los días 26, 27 y 28 de mayo tuvieron los ciclos de Ciudad, Infancia y Ciudad en escenarios inciertos. Unos conversatorios desarrollados en el marco de Experimenta Educación y que han tenido como objetivo compartir las preguntas que han ido surgiendo a lo largo de la experiencia vivida en los coles durante su desarrollo junto con diferentes profesionales y expertas.
La pandemia por el Covid19 ha desvelado grandes cuestiones, ya antes latentes, pero que al extremarse las situaciones se hacen más visibles:
La brecha digital como una realidad presente y con mayor impacto del esperado en los barrios ha puesto de manifiesto un problema social relevante. Una brecha que se abre no sólo por la carencia de dispositivos, o de dispositivos poco adecuados para conectarse, sino por el desconocimiento de su uso o por la carencia de un acceso a la red de buena calidad. La alternativa de una escuela virtual ha provocado una nueva problemática social, haciendo imprescindible lo que antes era una herramienta voluntaria. En esta transición tecnológica, se evidencia la necesidad de hablar del derecho a la comunicación, pero también, la libertad para desconectar. Un derecho, el de la tecnología, que no se debe adquirir ni formular de cualquier manera, sino que debería plantearse desde la base de una soberanía tecnológica.
La forma en que la infancia y la adolescencia han vivido este periodo ha estado invisibilizado en el debate público. Se les ha negado su propia existencia, definiéndose como “hijos de”, “alumnos de”; pero raramente se ha pensado desde su bienestar y su salud. Una responsabilidad que no sólo depende de las familias, sino que compete a toda la sociedad y a la administración. A los jóvenes se les ha pedido un gran esfuerzo, especialmente en los contextos más desfavorecidos, donde además de las cargas escolares se ha sumado, en muchos casos, soledad prolongada, o responsabilidades excesivas como la de cuidar a sus hermanos menores.
A ellos se les ha exigido la misma responsabilidad que los adultos para frenar la curva, pero a diferencia de los mayores, los mensajes que han recibido les ha interpelado, pero sin llegar a dirigirse directamente a ellos; no existiendo canales ni formas de participación activas donde los pudieran expresar su voz y transmitir sus necesidades (legitimas) a quienes también tiene que velar por su bienestar. Mientras, la visión adultocéntrica y económica ha ido prevaleciendo frente a los espacios de juegos y las alternativas para encontrarse y relacionarse, cuestión clave para su desarrollo.
Por último, la escuela se ha desvelado como un lugar clave para la sostenibilidad de la vida en la ciudad, no sólo de peques y familias. Su cierre reconfiguró la sociedad, y tras ella se impulsó el teletrabajo, se generaron nuevas dinámicas familiares, y se acentuaron graves problemas sociales. El cese de la actividad de escuela hizo más evidente que nunca el componente social que cumplía esta institución, y que lo realmente valioso de la escuela no son los contenidos que en ella se transmiten sino las oportunidades que se dan a todos y cada uno de los menores para desarrollarse y ser más autónomos. La misión de la escuela ha superado la idea de lugar donde se educa, o se desarrollan los aprendizajes, para llegar a su sentido más intrínseco: de garantizar el bienestar de los menores.
Tres días de ideas y reflexiones en los que tratar de entender el nuevo escenario en que nos encontramos y parar, por un momento, de lo urgente e inmediato, para revisar en donde nos encontramos, para conversar sobre lo que está ocurriendo, y tratar de empezar a extraer los aprendizajes que tan duramente nos han venido con el propósito de formular conclusiones.
Quizá, si algo hubo en común, en todas y cada una de las charlas fue la necesidad de los cuidados como antítesis a la enfermedad. Para el COVID la cura será una vacuna, pero estar sano físicamente no significa tener salud; nuestro bienestar sólo lo podemos alcanzar salvando las brechas que nos distancian; reconociendo los derechos de todas las personas; generando espacios de participación, de interacción, proximidad, de afecto; propiciando lugares de juego, experimentación, error y reflexión. Y es que, si la prevención frente al virus nos compete a todos, la promoción de la salud también.
Isabel Ochoa
Coordinadora Experimenta Educación
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